jueves, 19 de febrero de 2009

Marcel Proust, Don Pinpón y el sexo

¡Vaya! Parece difícil aunar en un solo comentario todas las cosas que ocupan actualmente mi cabeza; sin embargo, si mi teoría es correcta, debería encontrar una síntesis de los tres factores al final de este "artículo"...

Empecemos por lo fundamental... ¡No, malditos pervertidos! Me refiero a Don pimpón. Sí, esa cosa peluda indescriptible con peto de granjero que era amigo de Espinete (a Espinete lo dejamos para otro capítulo, ¿vale?)... Qué era D. Pimpón nos lo hemos preguntado todos alguna vez (si no te lo has preguntado es que eres demasiado joven...). Mi teoría es que se trata de una patata peluda mutante de Chernobil que se disfrazó con un sombrero de paja para huír de las autoridades soviéticas. Hay quien dice, a raíz de esto, que la CIA infiltró camaras espía y agentes en las casas de todos los niños de los ochenta para tener controlada a esta infame amenaza comunista que pretendía destruir el estilo de vida americano (bueno, también hay quien opina que los guionistas de Barrio Sésamo acabaron un poco "tocados" de la movida madrileña y tal...). La cuestión es que, cualquiera que sea su origen -mutante de Chernobil, subproducto del LSD o general del Ejército de Liberación de Tubérculos Oprimidos- ese maldito bicho ha dejado una huella mnémonica tan imborrable en mi cerebro como ha podido hacerlo "A la recherche du temps perdu" (sí, estoy comparando a D. Pimpón con Marcel Proust, esto es igual de duro para mí que para ti, amigo/a lector/a).

Semejante gilipollez me lleva a preguntarme seriamente de qué está conformada la mente humana. Más que la mente, la conciencia, el yo. Aquellas experiencias que nos hacen ser quien somos. Si tienen la misma fuerza en mi memoria, ¿por qué debo considerar a Proust un hecho universal e inexcusable y a Don Pimpón una mera anécdota de mi infancia? Probablemente el inenarrable ser de Barrio Sésamo haya tenido una mayor influencia en mi vida, simplemente poque lo conozco desde hace muchísimos más años... (que sí, que ahora voy con el sexo, pesados).

Y bueno, Don Pimpón es lo aprendido, lo que nos dan, esa copia de la sensación que guardamos en nuestro cerebro y que quién sabe lo que hará ahí dentro; Proust estaría en medio, es la interpretación de los universales humanos, es la interpretación del yo, es mirar, pero hacia adentro en lugar de hacia afuera, verse conocerse y sentirse reflejado; el sexo sería lo innato, el impulso, el instinto, lo que existe antes de que la consciencia se mire a sí misma y tome consciencia de sí y nos haga ser. Probablemente no sabemos que coño es Don Pimpón porque no nos conocemos a nosotros mismos. No importa cuántos ácidos se pegó el nota que lo inventó como no importa por qué leñes Proust necesitó 30 páginas para contarnos las vueltas que dio en la cama antes de dormirse cuando lo podía haber hecho en tres. Al final lo que importa es lo que nosotros hemos experimentado. Se ha establecido un lenguaje, una comunicación y se ha producido una idea, una sensación en nosotros. Se trata de mirar hacia dentro y no hacia afuera. No se puede determinar lo que otra persona interpretará, por mucho que nos empeñemos en querer que piense/sienta/interprete determinada cosa. La libre comunicación provocará una libre reacción que nos producirá una nueva libre sensación. Si nos gusta guay, si no, cambiamos de canal (sabes, no se puede modificar lo que ponen en la tele, es mejor irse a hacer otra cosa que esperar sin sentido o hacer zapping eternamente).

Cuando se produce una señal, como en una comunicación, siempre hay un fondo de ruido, una distorsión. Conviene no confundirlos, separar bien la sensación del ruido. Porque el ruido es externo, es mirar hacia afuera y eso no somos nosotros, así no nos conoceremos, así no seremos nunca. Somos un cúmulo de emociones y de sensaciones en sucesión que se miran a sí mismas y se dan un nombre. Ahí decidimos ser nosotros o ser el ruido. Porque si no conocemos nuestras emociones, quiénes somos, qué nos queda..

Algunos intentan llenarnos el espacio de ruido, de un ruido muy intencionado. Otras veces simplemente nos confundimos con el ruido ambiente. No sé, yo no sé como se sintoniza correctamente. Aún estoy en el camino. Pero hoy he escrito un título absurdo en mi blog y me ha salido esto.


PD: También puede que D. Pimpón fuera un extraterrestre.

jueves, 5 de febrero de 2009

La generación de mantequilla derretida al microondas

Adolescente de hoy tomando el sol
Un colega mío califica a la generación de adolescentes actual como "generación de mantequilla". La generación de los críos que no iban al parque si el suelo no estaba almohadillado y las aristas limadas y recubiertas de gomaespuma; la de los niños que necesitan una silla homologada y revisada por el ministerio para poder ir en el coche (¡Joder! Que cuando yo era pequeño no había ni cinturones de seguridad en los asientos traseros y jugábamos a las curvas. Y además mis padres -viles criminales- ¡fumaban en el coche! Debería haber venido un juez a salvarme y quitarles la custodia); esa generación de teleñecos a quienes sus padres les hacen la matrícula del instituto y que no pueden vivir sin móvil (aunque me temo que no son los únicos...). Nosotros inventamos los anuncios de Euskaltel (¿se acuerdan de aquel tipo gritando por la ventana "¡Hola! ¿Está Patxi!?) , pues eso lo hacíamos en mi barrio de toda la vida: "¡Señora, dígale a su hijo David que baje que estamos jugando al fútbol en la calle!" (¡En la calle! Otra grave negligencia de mis padres, ¿eh?)...

Pues sí, esto es lo que es y lo que éramos. No seré yo quien analice los cómos y los por qués; como científico social parece que he resultado un fracaso, cuanto más estudio a la gente menos la entiendo. Otras ilustres bombillas iluminaran nuestras tieneblas (después de haber acostado a sus hijos en una burbuja acolchada, claro) y de paso arreglarán el mundo (mira, como Obama). Yo me hago una pregunta más modesta: si esta es la nueva generación, ¿cómo coño serán sus hijos!!!! Si a alguien se le ocurre alguna respuesta, por favor que la comparta...

(se aceptan las historias de terror)